Mis zapatos aprietan. Los acostumbro a mí. Los de tiempos pasados, si dormitan en mis armarios, cuando intento calzarlos no me cabe su pie. He cambiado, no soy la misma. La constancia de mi ser se narra en los hitos de mí desmembrada memoria. Sé que fui. Esa que se desgarró y bailó un dance macabro del que supo salir. Ni me imaginé mi ahora, ni me siento confiada en el suelo que en ese otro instante de mí transité. Incluso el espejo me torna una faz extraña, porque no se corresponde con el trazo visual interno que hago de mí. Y aún me esperan más extrañezas y desamparos. Más momentos en que, si los alcanzo, revisaré mis pasos de hoy con añorada y fugaz persistencia en mi interior. Tiempos en que mi mente y mi cuerpo miopes no me sabrán reconocer. Me queda tejer e hilar fino. Trazar espirales de retorno imposible. Rememorar alumbrando momentos que cuando los viví crearon una impronta de mí adherida a la sombra del rastro que me acompaña.